Lo que nos decimos nos predispone a actuar de formas específicas.
No se trata de repetirnos siempre frases “optimistas” o que son opuestas a aquellas situaciones difíciles que estemos viviendo.
Se trata de comprender que los seres humanos tenemos explicaciones para lo que sucede y que si reflexionamos en ellas, aumentamos la probabilidad de conseguir rutas alternas que nos ayuden a gestionar el estrés de mejor forma.
La teoría de los estilos explicativos
Las teorías de la psicología están en constante evolución y la teoría de los estilos explicativos no es la excepción.
En el año 1958, el psicólogo austríaco Fritz Heider, en su obra La psicología de las relaciones interpersonales, postuló uno de los primeros estilos explicativos y lo hizo distinguiendo entre causas internas y externas percibidas de los eventos.
Luego, el teórico de la atribución, Bernard Weiner, distinguió entre causas estables y causas inestables, con lo que siguió agregando estilos.
Posteriormente fueron introducidos otros conceptos como interioridad, estabilidad y globalidad.
El estilo en que nos explicamos el mundo, del modo en que lo conocemos hoy, deriva del modelo de indefensión aprendida de Martin Selligman y de su reformulación tiempo después.
Tu estilo explicativo predominante es un factor determinante para que tu respuesta al estrés sea menor o para que se exacerbe y puede motivarte para que abordes mejor los desafíos que se te presentan.
Según Martin Selligman, “tenemos la tendencia a ofrecer explicaciones similares para eventos distintos”.
Si reflexionamos sobre esto con detenimiento, nos damos cuenta de que tener la misma explicación en todos los casos disminuye nuestra capacidad para ser efectivos en la consecución de soluciones.
Que un día del año 2015 hayamos perdido tenido una discusión con alguien, no tiene por qué ceñirse a la misma explicación de un evento similar que suceda en 2021.
Podemos evaluar nuestro diálogo interno y profundizar en él para entender cómo nos percibimos y cómo afecta esto nuestros niveles de estrés.
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Estilos explicativos
Entre los estilos explicativos hay dos extremos que nos ayudan a tener más clara la hoja de ruta cuando usamos este modelo.
Ellos son el optimismo y el pesimismo.
A continuación conocerás los estilos en los que normalmente generamos nuestras explicaciones.
Estable vs. Inestable
¿Te suena la frase “el cambio es lo único permanente”?
Nuestra experiencia como especie nos dice que sí. Algunas situaciones indican que sucede antes o después, pero pareciera que todo lo que nos rodea está destinado a cambiar.
Esto es algo que obviamos o que subestimamos.
Por ejemplo, puedes estar en una actividad y creer que te está tomando mucho tiempo, pero puede que en realidad no te tome más de lo esperado.
Cualquiera de las dos posturas que tomes influirá para valorar cuán estresante o no pueda ser algo.
Un empleo que no te guste puede ser considerado como “estable”, como que nunca va a cambiar, bien sea porque siga siendo igual o porque tú no tengas un empleo distinto.
Esto hará que lo consideres como algo con lo que vas a lidiar durante años y te causará más estrés.
Global frente a local
Lo que te sucede, ¿es así desde siempre o tiene que ver con un contexto específico?
Hay explicaciones que nos damos, por ejemplo, con respeto al asunto de la suerte.
Muchos no distinguen entre suerte y azar, por lo que olvidan que no siempre se puede “ganar”. Así que, más allá de verlo como un asunto de suerte o no, tiene que ver con que hay probabilidades y con que a veces te tocará ganar algo y muchas veces no.
Otro ejemplo se da cuando nos equivocamos.
Cometer una falla no implica ser tonto, sino haberse equivocado. Todos cometemos errores y eso no tiene por qué condicionar nuestra naturaleza.
Dicho de otro modo, un mal día lo puede tener cualquiera.
Interna frente a externa
¿De quién es la responsabilidad principal de lo que te sucede? ¿Tuya? ¿De otro? ¿De ambos?
Cuando determinas esto luego de un proceso reflexivo, te das cuenta de que puedes gestionar tus explicaciones desde un locus de control externo o interno.
La palabra locus proviene del latín y significa “lugar”. Así que ponemos la responsabilidad de lo que nos sucede dentro o fuera de nosotros.
No se trata de que todo esté dentro de ti ni afuera. Se trata de ver los hechos con una óptica menos tendiente a un solo polo.
Si las posibilidades de lograr un resultado están en tus manos, entonces es importante que lo asumas. Si no, también es importante.
Muchos se empeñan en hacerse cargo de las responsabilidades de los demás y esto genera todavía más estrés.
Estilo explicativo y sus niveles de estrés
La forma en que percibimos el mundo afecta nuestra experiencia con el estrés.
Cada uno de estos estilos explicativos es la muestra de ello.
Como habrás notado, cada uno tiene su contraparte. Aquellos extremos que son más positivos disminuyen la posibilidad de ver como grave lo que te sucede.
Pensar que aquello que te disgusta es temporal, que no es necesariamente tu responsabilidad o que no se repetirá es válido y sano para vivir con menos niveles de estrés.
Los estilos explicativos que están más cerca del extremo negativo pueden agravar estados anímicos y hacerlos perdurables, incluso hasta llevarlos a síntomas de depresión.
No se trata de que la vida “sea color de rosas” de ahora en adelante ni de que debas fingir que amas tu trabajo para poder ser más optimista.
Se trata de comprender que lo que te dices puede hacer parecer más grave algo que no lo es.
Diversos estudios demuestran que los estilos explicativos que se consideran negativos influyen en la lenta recuperación después de cirugías o enfermedades.
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Conclusión
Los estilos explicativos se pueden modificar con práctica, pero sobre todo con atención.
Cuando reconoces tus propios esquemas y formas de pensar, estás dando los primeros pasos para el cambio.
Y esos pequeños cambios incidirán notablemente en el manejo adecuado de tus niveles de estrés.